Antes de que existiera YouTube, los gameplays y las páginas web especializadas

los gamers de los 90 y principios de los 2000 tenían una fuente de información sagrada: las revistas de videojuegos.

El fenómeno de las revistas de videojuegos en los 90 y 2000

Antes de que existiera YouTube, los gameplays y las páginas web especializadas, los gamers de los 90 y principios de los 2000 tenían una fuente de información sagrada: las revistas de videojuegos.

Estas publicaciones eran mucho más que simples hojas impresas: eran la ventana al futuro, la guía de secretos, la biblia de los trucos y el espacio donde nos enterábamos de las novedades que tardaban meses en llegar a nuestras consolas.

El ritual de comprar la revista

Cada mes, miles de jugadores corrían al kiosko para conseguir la última edición. Algunas traían posters de juegos, otras incluían CDs con demos (que para muchos era la forma de probar títulos nuevos) y siempre tenían la promesa de “los mejores trucos” que luego compartíamos en el recreo con nuestros amigos.

Información exclusiva

Lo que hoy buscamos en segundos en internet, antes lo esperábamos con ansiedad:

  • Avances de juegos que todavía no habían salido en nuestra región.
  • Trucos y claves que desbloqueaban niveles secretos.
  • Reseñas que nos decían si valía la pena gastar todos nuestros ahorros en un cartucho o un CD.

Comunidades antes de internet

Las cartas de los lectores y las secciones de opinión creaban un sentido de comunidad gamer que, en tiempos sin redes sociales, era un espacio único para sentir que no jugábamos solos.

Ejemplos icónicos

Dependiendo del país, cada jugador recuerda sus favoritas:

  • Club Nintendo en Latinoamérica.
  • Hobby Consolas en España.
  • GamePro y Electronic Gaming Monthly en EE. UU.

Todas ellas marcaron una generación y aún hoy son objeto de coleccionismo.

El legado

Aunque las revistas impresas prácticamente desaparecieron con el auge de internet, dejaron una huella imborrable en quienes crecimos con ellas. Hoy, se han convertido en piezas de nostalgia y en testigos de cómo vivíamos los videojuegos en una era sin actualizaciones online ni parches de día uno.